Según los libros
históricos que he leído, en la segunda mitad del siglo XIX (luego de una
importante migración hacia la minúscula capital de esa época), aparecieron tres
tipos de soluciones habitacionales para los recién llegados: los "cuartos
redondos", los conventillos y los ranchos. Los cuartos eran lo más “acomodado” y
con mejor trato. Además, era la solución que se hallaba dentro del sector más
urbanizado de la ciudad. Por el sur, ese sector urbanizado solo llegaba hasta
Av. Matta, con suerte. Más allá de Av. Matta, la vivienda eran sobretodo
ranchos y alguno que otro conventillo.
Dentro de los “cuartos redondos”, quienes tenían mejor suerte alcanzaban
a conseguir alguno que diera hacia una calle principal. Digo que eso era una
suerte, porque rápidamente la ventana se convertía en despacho y lugar de
venta. Sobre todo de frituras y comidas callejeras. El gusto por las frituras
se ha mantenido hasta hoy en el espiritu del chileno.
Respecto de utilizar la ventana como expendio, en mi barrio hay un lugar
que redescubrió esa solución del siglo XIX en pleno siglo XXI. Por supuesto,
tiene evidentes deficiencias higiénicas, pero no es mucho más lo que puede
objetarse: cada cual tiene derecho a ganar un adicional, cualquiera sea el
mecanismo. La ventana que muestro partió tímida (solo sopaipillas y los
necesarios aderezos), pero rápidamente fue adquiriendo validez y fama. Ahora es
venta de diversos tipos de sanguches, café, te, etc etc. Inclusive, ahora posee
lista de precios y como pueden apreciar en la fotografía, es bastante larga.
Además proporciona conversación gratis, televisión inclusive bancas. Es decir, es
una ventana a un mundo paralelo para los múltiples trabajadores que pululan en
las mañanas por los alrededores del Tottus: camioneros, cajeros del
supermercado, empaquetadores, guardias, reponedores y diversos mecánicos del
submundo de 10 de julio. Porque es a ellos a quien debe su impensado éxito.
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