miércoles, 17 de diciembre de 2008

El cine abandonado


Durante cinco años viví con una mujer en un cité de 10 julio, entre San Diego y Arturo Prat. Además de las mil historias que podría contar sobre esa experiencia, hay una que me parece especialmente cautivante. Se relaciona con un vecino que teníamos, al que llamábamos “el New Age”. El tipo era un melómano y una de las cosas que ponía era justamente new age. Una variante muy extraña. Pasó bastante tiempo hasta conocerlo. Creo que al cuarto de los cinco años que viví con esa mujer. No sé como fue exactamente, pero la primera vez que entramos a su casa estábamos un poco asustados. Al rato le hicimos las preguntas que nos “quitaron el sueño” durante esos cuatro años. Y su historia era como lo imaginábamos: rara. De partida, el tipo no arrendaba, sino que le pagaban por vivir ahí. Una plata que le llegaba del banco Edwards. Le pasaban como 200 lucas. Además, vendía shampú que fabricaba otro vecino. Lo vendía a las peluquerías del barrio. Otra de sus entradas era el pirateo de discos y películas. Pero como eran exclusividades para unos pocos conocedores, las vendía carísimo. Además recibía una plata por su madre muerta. También tenía una casa en Cumming que arrendaba. Aprovechó la crisis argentina y se compró una casa en pleno Buenos Aires, que la mantenía en arriendo. En resumen, el sujeto recibía dinero por todos lados y casi no trabajaba.

¿Por qué el banco Edwards le pasaba 200 lucas al mes? Porque su cargo, aunque no lo pareciera, era guardia. La casa que habitaba era la casa del cuidador de un cine abandonado que se encontraba, justamente al lado (y por ende al lado de nuestra casa). No habíamos detectado nada en ese tiempo. Para entrar al cine abandonado, había que abrir una puerta secreta en el pasillo de su casa. Esa puerta conducía a una escalera que bajaba más y más hasta llegar a un subterráneo muy grande, muy oscuro, muy húmedo y con el piso muy inclinado. Era el antiguo cine Montecarlo, que estaba sin butacas. Había montones de aparatos y objetos que se utilizaron antiguamente, proyectores viejos, transformadores y un montón de otros cachivaches que New guardaba a los mecánicos de 10 de Julio. Otro ingreso más para New. Ahí nos contó que ese cine se había cerrado como el 78 y que después lo compró el Banco de A. Edwards, porque había un proyecto de que el metro pasaría por San Diego. Delirante. Si eso ocurría, el dueño de ese subterráneo habría hecho un tremendo negocio. Pero nada se sabe de un metro para San Diego. Concluyendo, si uno entra a la casa de New Age y se mete por la puerta secreta y para luego cruzar ese cine abandonado, se puede salir a una galería que termina en Arturo Prat y que antiguamente habían sido los servicios anexos al cine. Ahora alojaba (y aloja) imprentas, una peluquería atendida por unos travestis iguales a Ravani y una shopería donde la especialidad de la casa son los “italianos” con shop.

Hace años que me cambié de ese lugar. Hace años que no veo a new age. Pero quedó un cortometraje que hice en esos suburbios. Se llama “El bar”. Pueden verlo en http://www.orno.cl/video/v_bar.htm . No incluye imágenes del subterráneo, sino de los otros edificios anexos.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Oda Elemental a la calle San Diego, por Neruda

Pablito también escribió sobre la calle San Diego. De hecho, le compuso una oda. Acá va para que le echen un vistazo. A mí me sorprende que esta calle haya causado inspiración a un famoso.


Por la calle / San diego / El aire de santiago / Viaja al sur majestuoso / No viaja en tren el aire.

Va paso a paso/ Mirando Primero las ventanas, / Luego los ríos, /Más tarde los volcanes.

Pero,/ Largamente, / En la esquina / De la calle alameda / Mira un café pequeño / Que parece / Un autobús / Cargado de viajeros. / Luego viene / Un negocio / De sellos, timbres, / placas. / Aquí se puede / Comprar en letras blancas / Y fondo azul bruñido / El título / temible “dentista”. / Me deslumbra esta tienda. / Y las que siguen tienen / Ese arrebato / De lo que quiso ser / Tan solo transitorio / Y se quedó formado / Para siempre. / Más lejos / Venden / Lo imaginario, lo inimaginable, / Útiles espantosos / Incógnitos / bragueros, / Endurecidas / Flores de ortopedia, / Piernas / Que piden cuerpos, / Gomas enlazadoras / Como brazos / De bestias submarinas.

Paso mirando puerta./Atravieso / Cortinas, / Compro pequeñas / Cosas / Inservibles.

Soy el cronista errante / De la calle san diego.

En el numero 134, / La librería araya / El antiguo librero/ Es una piedra, /Parece el presidente / De una republica / Desmantelada, / De una bodega verde, / De una nación / lluviosa / Los libros / Se acumulan. / Terribles / Paginas que amedrentan / Al cazador de leones. / Hay geografías / De cuatrocientos tomos: / En los primeros / Hay luna llena, jazmines de archipiélagos: / Los últimos volúmenes son soledades: / Reinos de nieve, susurrantes renos.

En el siguiente número / De la calle / Venden pobres juguetes, / Y desde puertas / próximas / La carne asada / Inunda / Las narices / De la crepuscular ciudadanía. / En el hotel que sigue / Las parejas / Entran con cuentagotas: / Es tarde / Y el negocio / Se apresura: / El amor busca plumas / Clandestinas. / Más allá venden catres / De bronce deslumbrante, / Camas descomunales / Construidas / Tal vez / En astilleros. / Son como / Eternos barcos amarillos: / Deben salir de viaje, / Llenarse / Con nacimientos y agonías. / Toda la calle espera / La ola del amor y su marea. / En la ventana / Que sigue hay un violín / Roto, / Pero encrespado en su dulzura / Del sol abandonado. / Habita esa ventana / Incomprendido / Por lo zapatos que se acumularon / Sobre él y las botellas / Vacías / Que adornan su reposo.

Ven / Por la transmigratoria / Calle / San Diego /De Santiago de Chile, / En este año: / Olor a gas, a sombra, / Olor a lluvia seca. / Al paso / De los obreros que se desgranaron / De los agonizantes autobuses / Suenan / Todos los tangos en todas las radios / En el mismo minuto.

Busca conmigo / Una copa gigante, / Con banderas, / Honor y monumentos / Del vino y de la patria cristalina.

Mitin relámpago.

Gritan / Cuatrocientos obreros / Y estudiantes:

Salarios

El cobre para Chile! / Pan y paz!

Que escandalo!

Se cierran / Los negocios, / Se oye / Un disparo, / Surgen de todas partes, / Las banderas.

La calle / Corre ahora / Hacia arriba, / Hacia mañana: / Una ola / Venida / Del fondo / De mi pueblo / En este río / Popular / Recibió sus afluentes / De toda la extensión del / Territorio.

De noche, /La calle / San diego / Sigue por la ciudad, la luz la llena. / Luego, / El silencio, / Desliza en ella su navío.

Algunos pasos más: / Una campana / Que despierta. / Es el día que llega / Ruidoso, / En autobús desvencijado, / Cobrando su tarifa matutina / Por ver el cielo azul / Solo un minuto, apenas un minuto. / Antes de que las tiendas, / Los sonidos, / Nos traguen y trituren / En el largo intestino / De la calle.

jueves, 20 de noviembre de 2008

El amigo árbol


Entre Eyzaguirre y Santa Isabel, por San Diego, hay una cuadra que en otra época fue bastante soleada. Y en esa cuadra había escasos árboles. Para ser exactos: dos árboles. Ninguno de ellos era regado con mucha regularidad. Recuerdo más de alguna vez que el camión aljibe llegaba hasta Eyzaguirre y seguía de largo hasta la plaza almagro. Como siempre los automovilistas los usaban de basurero, costumbre extraña esa que asocia al árbol con la basura. Esa relación es bastante contradictoria, pero creo que nadie se ha sentado a meditarla.

Yo vivía con una chica en ese tiempo, la única chica con la que he vivido. Cuando le dije lo del árbol tuvo la idea de regarlo cada tanto. Era una cosa un poco estúpida porque era un árbol pequeño y bastante maltratado. “Si por lo menos tuviera agua”, pensábamos, “aumentarían sus probabilidades de salir adelante”. Empezamos a regarlo con botellas y luego me compré un bidón de 10 litros. La gente nos miraba rarísimo por eso. A mí me daba un poco de vergüenza, pero cuando el arbolito empezó a mejorar un poco y a tirar algunos brotes recuperé algo el aplomo.

En la historia que yo tenía con esta chiquilla cosas como esas eran fundamentales. Eran parte de los rituales del amor, era un poco como eso. Esas excentricidades nos hacían creer que éramos una pareja especial y yo sentía, a veces o casi siempre, que éramos una especie de protectores del barrio. Como todas las cosas, se acabó, y lo primero que pasó fue que ella dejó de acompañarme a regar el árbol. De pronto un día ese árbol ya no estuvo más. Alguien se lo robó parece, porque ya estaba más lindo y ahora daba más respeto a los automovilistas. Sospecho que ahora se notaba que había un árbol allí.

Ahora han pasado cosas en esa cuadra. El terreno que estaba allí (lo usaba la universidad central para hacer “experiencias” con hormigón) fue reconvertido en un recinto para los deportes en la U Central. El espacio vacío dejado por el árbol fue llenado con alguna demora, por otro más robusto. Con la nueva construcción esos dos árboles tienen más sombra durante el día. Parece que el camión aljibe los riega más seguido que antes.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

El viejo de la calle San Diego


Señorita Sicóloga:

El otro día me retaste caleta porque no quise ayudar al viejito que se ponía afuera de la tienda de música. Me acuerdo que trató de tomarme la mano y yo no me dejé. Y después de eso yo me puse como loco, pegando gritos, y tu te fuiste y de ahí que no nos vemos, como que quedaste medio enojada por eso. Pero la cuestión no es así no más. Tiene una explicación. Fíjate.


Desde que estaba en el colegio que veía a ese viejito afuera de la tienda “La Casa Amarilla”.


Años después, lo vi como siempre. El viejito estaba pidiendo que lo ayudaran a subir a una micro. Era la primera vez que veía al viejo en una escena diferente, por lo menos estaba de pie y eso era una novedad. El viejo era ciego y cantaba con una guitarra de palo y una armónica. La armónica la unía a la guitarra con cinta adhesiva, que con el tiempo empezó a aumentar en cantidad, sin retirar las anteriores, hasta tapar completamente uno de los bordes de la guitarra y hacer subir la armónica hasta la boca misma del ciego. Lo normal era ver al viejo sentado ahí en su rincón. La güeá de viejo parecía un resto incaico. Nunca supe que canciones tocaba porque las tocaba a un volumen bajísimo. Sin embargo, siempre me llamó la atención y, de alguna extraña manera, me cayó bien.


Esa vez lo quise ayudar, por la novedad yo creo. Así que me acerqué, lo agarré de un brazo y lo conduje a un paradero. Los choferes no lo querían llevar. Después intentar subir a cuatro micros, me di cuenta que el viejo era un cacho. De pronto se puso a gritar “matemo una vieja, matemo una vieja”. Era bastante terrible. Traté de calmarlo, pero fue inútil. Seguía gritando lo de la vieja. Para colmo me agarró de un brazo. El viejo estaba ciego y loco, con fuerza de loco. No me quería soltar. Traté de hacer parar una micro otra vez, porfiando en lograrlo, pero me fue imposible. Un vendedor me dijo, “déjelo no más, si el viejo ese es así”. El vendedor le empezó a pegar al viejo, le daba palmetazos en la nuca y coscorrones en la pelada. El vendedor tenía cara de demente. Yo no podía creer que le pegara. “No le pegue”, le dije. “¿Y que tanto? Le pego, no más”. Y le mandaba otro cachuchazo. A esa altura estaba todo bien confuso en mi cabeza y me vino la desesperación. Me solté y me fui odiando al viejo, al vendedor, a los choferes de micro, al mundo entero y a mí mismo, hastiado todo el camino de vuelta a la casa.


Cuando llegué a la casa, tú estabas esperándome, como siempre. Y no te conté nada. Leseras mías, si te hubiera contado la historia ese día, tal vez ahora no estaríamos tan enojados. Eso,

atte.: Señor Paciente


PD: el viejo hace como un año que ya no se sienta en la banquita del poste de la casa amarilla. Yo creo que debe estar muerto.

martes, 4 de noviembre de 2008

Libros de Ocasión


Una de las librerías más misteriosas (y bonitas) de San Diego está ubicada en la cuadra de Santiago con San Diego, un poco más al sur de Av. Matta. Se trata de una librería de segunda mano. También de revistas, discos y antigüedades. Se pueden encontrar vinilos y cassettes. La cantidad de libros es impresionante. Con gran cantidad de libros anteriores a la década de los 80. Uno puede hallar libros inencontrables en otros lugares como novelas de Elia Kazan (el mismo tipo que dirigió Al Este del Paraíso. En realidad, Elia Kazan era director de cine y su ámbito eran las superproducciones). Otro autor: Arthur Koestler. También es posible encontrar a Kant y a Hegel en ediciones antiquísimas.


La librería la conocí cuando era alumno del Barros Borgoño y caminaba desde el colegio hasta Matta para tomar “la cajón” o “la puente alto”. No quiero establecer nostalgias con las micros, no se preocupen. De hecho, tuve una trifulca con unos choferes de la cajón, así que no estoy ni ahí con andar idealizando güeones. En ese trayecto vi varias veces la librería, hasta que un día me animé a entrar. Para mí fue todo un descubrimiento y en adelante me la pasaba metido allí. El motivo no era solamente la cantidad de libros sino también el precio. Allí compré por primera vez en mi vida un libro. Se llamaba “las teorías de la física”. Me costó 200 pesos, cantidad que hice jugando al poker en el colegio. Aún tengo ese libro.


Después entré a estudiar ingeniería en la chile y mis recorridos dejaron de ser tan habituales por San Diego. Pero un día, caminando en una pequeña calle al frente de la U, pasé por una misteriosa casa que tenía un timbre y un papelito escrito con una letra minúscula: “librería”. Después de varias veces de pasar por esa calle, me animé y toqué el timbre. Me salió una señora. Le dije si era efectivo lo del papelito:


- Claro, me dijo, pase.


Igual que antes me encontré una sorpendente cantidad de libros, distribuidos en tres piezas. Después supe que esa librería y la de San Diego eran de dos hermanos, los Muñz Torotsa. Para esta sucursal, Nicanor Parra le tenía una formula para llegar. Decía: “tres postes, el de al medio. Dos timbres, el de abajo”. Un día me encontré, justamente, con Nicanor Parra. Hablamos un poco. Creo que de Shakespeare y Cervantes. Le pregunté que opinaba de esa teoría que decía que eran una misma persona. Me dijo que había escuchado esa teoría en unos borrachos. Después me dijo que los únicos escritores originales eran Nietszche y Shakespeare. Yo le retruqué señalando algunas frases de otros autores. ¿Ve? Me dijo, todas esas citas las dijo primero Shakespeare.


Volviendo a la librería de ocasión, la de San Diego. La ultima vez que fui tuve una mala experiencia, pero creo que fue por mi culpa. Resulta que ahora atiende la hija de una de los hermanos, una lésbica bastante pesada. Elegí varios títulos. Y se los pasé para que me sacara la cuenta. Al resultado total le quitó como un 30% sin que yo se lo pidiera. Gracias, le dije. La hermana andaba por allí y me conocía. Le comentó que yo era ingeniero. “chis”, me dijo “ingeniero y pidiendo rebaja”. No tuve ganas de decirle que era ella la que había ofrecido. Le dije que le pagaba todo.


- No, me dijo, por esta vez déjelo así.


No he vuelto por allá. No por que no quiera. Es por el horario. Cierran a las 18:30 y abren a las 10:30. Los sábados no abren. Si usted tiene un tiempo, vaya. Es completamente recomendable.

martes, 28 de octubre de 2008

Los perros neonazis


Ayer iba por la calle un poco enfermo. Buscaba un poco de sol. En la calle abunda y en mi casa no entra ni una sola gota. Eso es una injusticia. Llegué hasta la plaza Almagro. El sol lo veía en los departamentos, arriba en el cielo, pero acá no llegaba porque lo tapaban otros departamentos y así. Consecuencias de la explosión demográfica y el desarrollo inmobiliario. De pronto, en medio de las Stonehenge de la plaza Almagro (ver foto) veo un poco de sol y me acerco. Había gente arriba y supuse que habían pensado lo mismo. Unos perros daban vueltas. Cuando llegué mas cerca, uno de los perros me ladró. No se veía demasiado feroz, así que levanté una ramita para que fuera a jugar más lejos. El perro se asustó o creyó que lo golpearía con la ramita. Fue cuando, de la nada misma, apareció un perro bastante más musculoso y feroz. Casi llegó a mi cara y trataba de morderme sin lugar a dudas, cosa que finalmente logró. Mordía fuerte el condenado. Tuve que adoptar posiciones de lo más extrañas para poder defenderme de ambos. Entonces apareció un tercer perro. Ya no podía darme vuelta y huir simplemente: me morderían por la espalda para dejarme caer. Entre molesto y asustado, pero sin tener bien ninguno de los sentimientos, solo el deseo de salir del problema, empecé a retroceder lentamente hasta un lugar más seguro. Pero me hallaba rodeado. Tenía que espantarlos un poco para tener la suficiente distancia y luego alejarme. Los perros tenían el objetivo de morderme. Uno de ellos, el más agresivo y musculoso, me mordió en las piernas y luego se me fue con los brazos. Por mi parte yo les ofrecía los brazos: andaba con una chaqueta bien resistente, y debajo infinidad de chalecos, y sabía que los colmillos de este perro no podrían atravesar la protección. Efectivamente, el perro mordió mi brazo y se dio cuenta que no llegaría muy lejos. Así que extrañamente se dio media vuelta y se fue. Como era el perro líder los otros también se fueron. La lucha que cuento debe haber durado unos 5 a 10 minutos. A mí me parecieron eternos. Cuando me alejé vi que mucha gente me miraba, entonces me vino lo que no tuve: el miedo. La cuchara se me aceleró al máximo. Yo me dije, si la gente me miraba ¿porqué no trataron de ayudarme? Pero la gente nunca interviene. Me senté en una banca cercana a mirar a los perros. Uno de ellos me había seguido y cuando vio que lo observaba se asustó y se fue. Se fue a buscar refugio en un grupo de pendejos que estaban en un borde de las Stonehenge. El grupo formaba un círculo. Los perros eran de ellos. Tenían un aspecto raro esos pendejos. Usaban una especie de uniforme germánico y un tipo más viejo, de lentes, les hablaba. Pero no podía ver si alguien más hablaba además de esta especie de gurú. Me dieron la impresión de unos nazis que asistían a un taller de formación de cuadros. Entonces pasó una señora con aspecto muy pobre y los perros se le fueron encima. La señora huyó de inmediato y los perros intentaban morderle la pantorrilla. A los pendejos la escena no los sacó de su ensimismamiento: ahora parecía como que rezaban. Después pasó un viejo que juntaba cajas. Otra vez los perros lo atacaron. Entonces comprendí que los perros tenían predilección por la gente mas pobremente vestida o que hacía tareas más humildes. Como yo también. La tarea de buscar el sol cuando se está con gripe, es también una tarea humilde. De pronto los pendejos se pararon de golpe e hicieron un saludo que podía interpretarse como un “heil hitler” a la chilena. Se sentaron de golpe otra vez y el líder llamó a los perros. No era para proteger a los transeuntes. Era para ponerlos al centro del grupo e iniciar una especie de ritual. Parece que no solo eran nazis sino también satánicos.
Cuando empecé a irme a mi casa, impresionado con la escena, tres horas después de lo que cuento, los pendejos seguían con sus rezos en el círculo y no tenían aspecto de querer irse. Los perros habían desaparecido quizá abducidos por una oscura fuerza, cuyo origen es la Antartida donde se enterrado el Führer.

jueves, 23 de octubre de 2008

Resumen atolondrado de cómo es vivir en San Diego


Vivo en 10 de julio, lugar estratégico para cualquier paseante urbano. Sin conciencia de ello me he dado al paseo indiscriminado por lo que podríamos llamar "barrio San Diego". Es cosa de mirarlo para darse cuenta que constituye uno de los lugares mas atractivos de Santiago, especialmente para poetas de mala muerte y narradores, también, de mala muerte. Entre Matta y Alameda hay dos teatros, infinidad de librerías, un parque, mucho comercio. Es también la depositaria de una cultura propia, floreciente en los 50-70, donde abundaban las “revistas”, las tiendas de fabricación nacional, los nombres nacionales para ciertos productos (sobre todo Cóndor, Caupolicán, Copihue,etc), las librerías y todo quería imitar la calle Corrientes, en una escala nacional. En San Diego es donde se halla la casa del pie chiquitito, la casa Keim, la casa amarilla, la casa lopez, etc. Innumerable cantidad de casas. No puede negarse que el apelativo de “casa” es curioso. Es muy posible que en tiempos mas antiguos esos lugares fueron, efectivamente, casas. Allí vivía gente, a la manera de los solares españoles, donde es toda la familia la encargada de elaborar morcillas. Ahora toda la familia la encargada al comercio de electrónica.


San Diego no es solo comercio, sin embargo. Es también aventuras. ¿Cuantos crímenes se han cometido en sus calles? Yo no lo sé, pero me atrevo a creer que son todos notables. Es decir, todos darían lugar a cuentos, novelas, películas. Ya han dado lugar a nota periodística. Hace poco hubo un asesinato al frente de mi calle. Al tipo lo faenaron con un bate de béisbol, la discusión empezó en “los reta’”, actualmente “reto al destino”. Recuerdo que Carlos Droguett nos dice que “Eloy” acostumbraba pasear por San Diego. ¿Como es que no han puesto una placa recordatoria que diga "aquí planeó un asalto el famoso Ñato Eloy"? Una noche me topé de frente con dos hip-hop que trataban de romper una cortina metálica en Eleuterio Ramirez con San Diego. No fui el único que los vio. Se sintió una sirena y los pendejos corrieron. Los pacos dispararon al aire. Uno de ellos se detuvo y puso “las manos arriba” en un acto instintivo que se ha copiado de todas las películas gringas. El otro siguió corriendo. Los pacos tiraron a matar. Los hip-hop doblaron una esquina y se me acabó el espectáculo gratis. Sentí pena por el par de hip-hop; no es fácil correr con esos pantalones modelo "bolsa de caca". Quizá en ese minuto los filmaban para una película futura y algún director los transforma en leyenda y los exhibe en el Normandie (otro reducto de San Diego) o el paco Rivano (el dramaturgo del Barrio) hace una obra de teatro que la exhiben en el Cariola o el Caupolicán.. Como no está de moda la delincuencia, ni explayarse sobre el romanticismo, mejor será que la deje de lado.


San Diego es una calle que empieza en la Alameda y termina en Franklin. Este eje queda así gobernado por dos polos opuestos y semejantes. Comparten el desorden, aunque el polo Flanklin es mucho más popular. Allí queda el Barros Borgoño, en cambio en el polo Alameda está el Instituto Nacional. En Franklin abundan los bares y los pooles. En la Alameda está saturado de librerías. Estas diferencias son notables. Un arqueólogo podría deducir con facilidad el desarrollo que tuvo la ciudad; la pobreza al sur y la riqueza al norte, los delincuentes al sur, los intelectuales al norte. El contacto debió tener muchos frutos. Al sur estaba la inspiración aventurera del norte.


Mi propia vida ha sido totalmente afectada por el fenómeno San Diego. No puedo olvidar mis caminatas desde mi colegio (el Borgoño) hasta Matta para tomar micro. Este recorrido lo hacía con el evangélico Esteban o el negro Cirilo o el Hueso. El negro cirilo tenía una costumbre que a mi me avergonzaba. A cada mina que pasaba (sistemáticamente) le decía "como está mi amor, que linda amaneció hoy, etc". El tipo era un As. Cuando le pregunté porqué lo hacía, me dijo con franqueza que para payasear. No me habló de su hombría ni nada. Según él, quería desarrollar lo “carerraja”. Ahora yo mismo vivo en San Diego. Mas arriba eso si, con 10 de julio, un lugar bullanguero y chorongo donde rige la ley del mas fuerte: Hay insultos que no se deben aguantar y el que lo hace “coopera”. Es un poco carcelaria la lógica. Me ha tocado más de alguna vez parar en seco a los graciocitos.


Como San Diego tiene de todo no me hace falta ir muy lejos cuando quiero insumos. Si me dan ganas de correr o jugar a la pelota me voy a plaza Almagro (los cabros están jugando cada día mejor) o al Parque O’Higgins, los libros están también ahí, puedo llegar sudado con la pelota (comprada en San Diego) y decir a cuanto tiene la estadio, la National Geografic o la Manara.
Tener todo cerca puede poner flojo a cualquiera, olvidado de las micros y los tacos, las rabias y los viajes eternos; una especie de utopía, el fin de semana alargado a la vida. La máxima solución es que trabajo a pocas cuadras. Ir caminando a todas partes es mi realidad.


San Diego sobrevive y espero que esta nota le de algo de la vida que ha perdido.

lunes, 13 de octubre de 2008

Algunos bares de San Diego

En San Diego hay bastantes lugares donde tomarse una cerveza. Todos ellos están asociados a una cierta cultura deportiva gurlitzera. Los bares de San Diego, en alguna época, se diferenciaron entre los que daban el fútbol y los que no. Ahora no hay diferencias; todos dan el fútbol. Cuando uno entra, por ejemplo, al “Otto Mass” o al “Reto al destino”, uno sabe que se puede tomar una cristal o una escudo. No vaya con pretensiones proto-cuiconas de conseguir una cerveza de esas que se vanaglorian de existir desde los tiempos en que existían los onas, “en el lugar más austral del mundo”. No. Lo único que logrará será cristal o escudo. En el “Roma”, sin embargo, a usted le pueden sorprender con Becker o una Stella Artois, pero el Roma todavía tiene un cierto contagio con el Teatro Cariola, de ahí su gran “mundo” en cervezas.

Por supuesto que en todos los locales a usted le agasajan con los partidos del Fútbol nacional e internacional incluso. Si usted está en su casa y de pronto sintoniza un partido en la radio (Palestino – Audax, por ejemplo), lo primero que se dice es “voy a ir a verlo”. Si uno se consigue un yunta en la correría, pueden ser un par de litros de Chela en cualquiera de esos barsuchos para luego rematar con las cancioncillas del gurlitzer. La variedad es amplia. Puede ir desde los clásicos de la cebolla (como Lucho barrios o Leo Dan) o Ritmos Sound, hasta cosas más complejas como AC/DC. Estos últimos tienen mucha aceptación. Sobre todo su clásico “Rompebolas”, en vivo, ese en que sale una mina gringa y tetona, con una cartel que dice “Angus, rompe mis bolas”.

Dentro de los locales de interés puedo detenerme en el “Reto al Destino”. El actual dueño es un viejo que siempre está cambiando de garzonas. Ha tenido algunas notables. Recuerdo que un día salí con una de ellas. Resultó ser una estudiante de trabajo social con interés por los intelectuales de izquierda. Una cosa en extremo inesperada considerando lo que es el “Reto al destino”: un local chico, maloliente, frecuentado por mecánicos de 10 de Julio. Es más: allí ocurrió un crimen o, mejor dicho, allí “se dio inicio a los acontecimientos”, como diría Carlos Pinto. Porque una discusión subió de tono, la discusión continuó afuera y luego, en la esquina de San Diego con 10 de Julio, alguien sacó un bate de béisbol (de esos chicos que usan los taxistas) y le mandaron “su batazo” al disconforme. Murió en el acto. El local fue clausurado. En esa época se llamaba “Los reta’s” y su dueño era un ex-milico, bajo de estatura, que siempre estaba con el uniforme puesto. El local se mantuvo cerrado bastante tiempo.

Otro local de interés era “Los braseros de Lucifer” de larga tradición. Y digo “era”, porque un misterioso incendio lo devoró hace un tiempo y yo imagino que una inmobiliaria debe haber estado detrás del “siniestro”. Es muy posible que en su lugar se levanten 20 o más pisos de edificio. Por lo menos, es un secreto a voces que “Los canallas”, que está al lado de lo que queda de los “braseros”, lo van a cerrar. Así que si pueden, vayan. Pero, para calmarles la euforia de ir a despedir a “los canallas” les contaré mi caso. Yo traté de entrar hace poco, pero me salió alguien que parecía el mismísimo dueño para decirme: “aquí no se entra sin reserva, si usted quiere venir mande 10 lucas con el junior. Otra cosa: aquí no es para tomar, es para comer, así que si no come no venga”. Y nos cerró la puerta en las narices. En fin, parece que el hombre era un canalla auténtico.

Algunos bares de San Diego

En San Diego hay bastantes lugares donde tomarse una cerveza. Todos ellos están asociados a una cierta cultura deportiva gurlitzera. Los bares de San Diego, en alguna época, se diferenciaron entre los que daban el fútbol y los que no. Ahora no hay diferencias; todos dan el fútbol. Cuando uno entra, por ejemplo, al “Otto Mass” o al “Reto al destino”, uno sabe que se puede tomar una cristal o una escudo. No vaya con pretensiones proto-cuiconas de conseguir una cerveza de esas que se vanaglorian de existir desde los tiempos en que existían los onas, “en el lugar más austral del mundo”. No. Lo único que logrará será cristal o escudo. En el “Roma”, sin embargo, a usted le pueden sorprender con Becker o una Stella Artois, pero el Roma todavía tiene un cierto contagio con el Teatro Cariola, de ahí su gran “mundo” en cervezas.

Por supuesto que en todos los locales a usted le agasajan con los partidos del Fútbol nacional e internacional incluso. Si usted está en su casa y de pronto sintoniza un partido en la radio (Palestino – Audax, por ejemplo), lo primero que se dice es “voy a ir a verlo”. Si uno se consigue un yunta en la correría, pueden ser un par de litros de Chela en cualquiera de esos barsuchos para luego rematar con las cancioncillas del gurlitzer. La variedad es amplia. Puede ir desde los clásicos de la cebolla (como Lucho barrios o Leo Dan) o Ritmos Sound, hasta cosas más complejas como AC/DC. Estos últimos tienen mucha aceptación. Sobre todo su clásico “Rompebolas”, en vivo, ese en que sale una mina gringa y tetona, con una cartel que dice “Angus, rompe mis bolas”.

Dentro de los locales de interés puedo detenerme en el “Reto al Destino”. El actual dueño es un viejo que siempre está cambiando de garzonas. Ha tenido algunas notables. Recuerdo que un día salí con una de ellas. Resultó ser una estudiante de trabajo social con interés por los intelectuales de izquierda. Una cosa en extremo inesperada considerando lo que es el “Reto al destino”: un local chico, maloliente, frecuentado por mecánicos de 10 de Julio. Es más: allí ocurrió un crimen o, mejor dicho, allí “se dio inicio a los acontecimientos”, como diría Carlos Pinto. Porque una discusión subió de tono, la discusión continuó afuera y luego, en la esquina de San Diego con 10 de Julio, alguien sacó un bate de béisbol (de esos chicos que usan los taxistas) y le mandaron “su batazo” al disconforme. Murió en el acto. El local fue clausurado. En esa época se llamaba “Los reta’s” y su dueño era un ex-milico, bajo de estatura, que siempre estaba con el uniforme puesto. El local se mantuvo cerrado bastante tiempo.

Otro local de interés era “Los braseros de Lucifer” de larga tradición. Y digo “era”, porque un misterioso incendio lo devoró hace un tiempo y yo imagino que una inmobiliaria debe haber estado detrás del “siniestro”. Es muy posible que en su lugar se levanten 20 o más pisos de edificio. Por lo menos, es un secreto a voces que “Los canallas”, que está al lado de lo que queda de los “braseros”, lo van a cerrar. Así que si pueden, vayan. Pero, para calmarles la euforia de ir a despedir a “los canallas” les contaré mi caso. Yo traté de entrar hace poco, pero me salió alguien que parecía el mismísimo dueño para decirme: “aquí no se entra sin reserva, si usted quiere venir mande 10 lucas con el junior. Otra cosa: aquí no es para tomar, es para comer, así que si no come no venga”. Y nos cerró la puerta en las narices. En fin, parece que el hombre era un canalla auténtico.

Después de la lluvia


Esta foto está tomada en la esquina de Zenteno con 10 de Julio. Disfrutenla. Fue después de la última gran lluvia de este invierno.
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