martes, 30 de junio de 2009

El paco Rivano


No conozco directamente a Rivano. Hay gente que lo estima mucho. Se supone que es uno de los grandes, o al menos uno de los pocos escritores de teatro que hay en Chile. De él no sé más de lo que saben todos. Rivano perteneció a carabineros y desde su retiro que se dedica a la dramaturgia. No tiene muy buen carácter don Luis. Hay varios que le llaman “El paco rivano” con una mueca de desprecio. Luis Rivano tiene una librería (o tiene varias, más bien) cuyo asentamiento es la calle San Diego. Tiene una sucursal en el mall chino, ex mall de Ravinet. Me da la impresión, sin conocer el caso de cerca, que el empresario de Luis Rivano es el hijo de éste. El otrora paco Rivano es un caballero gordo, muy canoso, bien vestido, etc en medio de una librería extremadamente desordenada. Cuando yo era más pendejo y estudiaba en el Borgoño, me tocaba pasar por ahí. Casi siempre entraba. El polvo y el desorden eran descomunales, sobre todo porque se trataba de un espacio pequeño. Después, alguien le financió los actuales casilleros (el hijo supongo) que conservan algo del desorden anterior. Yo hace mucho que no entro. Creo que poco después de la “modernización”.

lunes, 15 de junio de 2009

Un casi asalto afuera del Mall de Ravinet


Esa noche veníamos de lejos, de estación Central. Mi mujer de esa época estaba ebria. A mi me molestaba verla así en la micro, verla con esa torpeza que te da el alcohol. Cuando nos toca bajarnos, ella no quería bajarse. Empezó a hacer escándalo, que la dejara tranquila y no sé que más. Al final logré convencerla. Cuando estuvimos en la calle, todo me olía un poco mal. La calle estaba oscura y mi mujer caminaba apenas, y no hacía caso a las mínimas precauciones de seguridad que uno debe tener en esos casos. En Alonso Ovalle con San Diego una pandilla de pendejos empezó a acercarse mucho. Nos querían cagar. Mi mujer no estaba ni ahí, no se daba cuenta de nada.

- Camina más rápido, le dije. - Tu no tienes ningún derecho a decirme qué hacer. - Camina más rápido y no hagas más show.

No hubo caso. Se nos pusieron dos pendejos adelante y dos atrás. Encerrona total. Los de adelante se dieron vuelta y quedamos rodeados. Antes de decir cualquier cosa yo me fui al cuello de uno de los tipos, intentando ahorcarlo, pero rápidamente me lo quitaron y empezaron a patearme. NO eran patadas muy fuertes. Los pendejos no tenían mucho músculo. Mi mujer se interponía y estorbaba en la pelea. No había manera de ganar. A ella le quitaron su bolso. Yo no llevaba nada. En ese tiempo no eran tan habituales los celulares. Ninguno de los dos teníamos celular y a ellos no les pareció raro. Después, me fui detrás de ellos. Quería parlamentar para que me devolvieran el bolso. Me fue bien, me lo devolvieron. Pero me gritaron, “lo hacemos por tu mina, no más. No por vo, pobre güeón gil”. Me sentí mal todo el camino de regreso, habiéndome comido sus patadas por que ésta mujer no era capaz de caminar. Para más rematarla, me gritaba que por mi culpa nos habían asaltado. ¡Pero si nos quitaron nada!, le gritaba yo. Más encima yo fui el más perjudicado. Pero no había forma de convencerla. Para ella, esa noche y toda la semana yo fui un pobre gil.
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