Hace años que existe una comunidad de ebrios en bulnes. Yo creo que se han instalado allí atraídos por las piletas. Además, es un buen lugar para dormir de noche, hay gran cantidad bancas y unos rincones con pastos cómodos. Desde el 2005 que empezó a formarse esa “comunidad” y ya han pasado unas tres o cuatro generaciones. Hay varios que se han muerto entre tanto. Los mata el copete, evidentemente. Paso con alguna regularidad por ahí y me ha tocado ver las transformaciones de los sujetos. He visto transformarse “jóvenes onderos”, hombres de camisa con ideas moralizantes, pero sobre todo hippies. El estado final en todos es el mismo: la cara hinchada, flacos, sucios, la ropa destruida, malolientes, ojerosos. Casi siempre echados o discutiendo vanamente alguna cosa. Algo que fue importante, pero que ya ha perdido todo destino.
Hace unos meses observé que se acercó a ellos un tipo robusto y sano que se entretenía en retarlos. Les decía “come, weón, mira como estai por tomar puro copete”. Yo no me engañé. Ayer lo vi de nuevo. Estaba con los ojos desorbitados, pidiendo plata a los transeúntes y con el mismo mal aspecto de todos. Ya no lanzaba discursos morales; era parte de la comunidad de ebrios.
Hay algo que se ha mantenido constante todos estos años: la manada de perros que los rodea. Son agresivos y antes atacaban a los ciclistas. Por suerte se les ha quitado esa costumbre.
La foto muestra a uno de los ebrios más emblemáticos (el de la izquierda), tal vez el único que ha sobrevivido de la primera comunidad. Es de la variedad de los Hippies. Anda siempre con un palo enorme, tal vez en un intento de primitivismo. Pero ya se sabe: el copete puede convertir cualquier buena intención en humo o en vapor. Hace poco vi que un evangélico trataba, biblia en mano, de convertirlo. El ebrio lloraba a mares. Capaz que pronto vea al evangélico pidiendo monedas.
Hace unos meses observé que se acercó a ellos un tipo robusto y sano que se entretenía en retarlos. Les decía “come, weón, mira como estai por tomar puro copete”. Yo no me engañé. Ayer lo vi de nuevo. Estaba con los ojos desorbitados, pidiendo plata a los transeúntes y con el mismo mal aspecto de todos. Ya no lanzaba discursos morales; era parte de la comunidad de ebrios.
Hay algo que se ha mantenido constante todos estos años: la manada de perros que los rodea. Son agresivos y antes atacaban a los ciclistas. Por suerte se les ha quitado esa costumbre.
La foto muestra a uno de los ebrios más emblemáticos (el de la izquierda), tal vez el único que ha sobrevivido de la primera comunidad. Es de la variedad de los Hippies. Anda siempre con un palo enorme, tal vez en un intento de primitivismo. Pero ya se sabe: el copete puede convertir cualquier buena intención en humo o en vapor. Hace poco vi que un evangélico trataba, biblia en mano, de convertirlo. El ebrio lloraba a mares. Capaz que pronto vea al evangélico pidiendo monedas.
3 comentarios:
Ojo: y está "naciendo" otra comunidad de curaos muy cerca de la que mencionas (en calle Copiapó con Nataniel Cox). En las noches tienen los medios mambos.
Qué interesante. Igual no descarto que el ebrio pueda volverse a la comunidad evangélica. he sabido de muchos de esos casos.
juan sotismo, tienes razón. Eso es en una plaza frente al Consultorio I. Hace unos días se quemó un cité allí. De hecho, una de las "curás" era del cité. Escribiré pronto de ese incendio y de esa plaza.
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