jueves, 31 de marzo de 2011

Teatro Esmeralda



La historia de la decadencia de los cines en Calle San Diego es simplemente un melodrama. Uno no suele creer que los melodramas existan. Y la realidad de este melodrama sobrepasa todo lo imaginable. Ahora, por supuesto, yo postulo que las cales solo se transforman y no vale la pena llorar sobre la leche derramada. Porque al final de cuentas fueron los mismos santiaguinos, sus autoridades y sus hechos políticos los que mandaron abajo la actividad tal como se conocía en esa época, la “época dorada”. Los cines actuales pertenecen a empresas extranjeras y todo tiene otro cariz y otra eficiencia. Se habla de San Diego como la “Corrientes” que “se desvió” o que “pudo ser”. En principio, Chile está mejor que Argentina, la economía chilena es “más estable” y los indicadores económicos y bla. Y esa estabilidad se ha hecho a costo de destruir obras que pudieron calificarse de históricas o inclusive de artísticas. La calle Corrientes se mantiene porque el estado argentino subvenciona de manera importante actividades que en Chile no subvenciona nadie. Y por eso el estado actual de los cines de San Diego: convertidos en iglesias evangélicas o en bodegas subterráneas y “de superficie”, como la de la foto. Se trata del muy histórico Cine Esmeralda, construido en la década del 20, con la fastuosidad que se estilaba en esa época. Posteriormente sufrió un incendio, debiendo ser reconstruido adquiriendo un aspecto más modesto: de 3000 butacas, ahora cerca de 2000. Son números que hoy en día suenan increíbles. Neruda era un habitué de ese cine. La foto lo muestra como se encuentra actualmente: es una bodega de insumos informáticos. Como lo pueden ver, aún conserva los rostros de la tragedia y la comedia, como corresponde a su original condición de “teatro”.

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