Una de las cosas que se han
puesto de moda en el ultimo tiempo, son las actitudes bienintencionadas
respecto del medio ambiente. Es una moda que apoyo absolutamente. Y por lo
mismo he pasado a la acción, reciclando algunas cosas. Mi mujer también se ha
aficionado a reciclar. Cuando se está con eso, la primera pregunta que surge es
¿qué hacer con lo reciclado? Ante todo, lo reciclado es algo que se salvó de ir
a la basura normal. Por lo tanto queda acopiado en algún lugar de la casa.
Obviamente, en algún momento debe dejar de estar acopiado y pasar a la
siguiente etapa de la cadena: reutilización el material. Entonces, si uno
tiene, por decir, acopiado plástico, hay que conseguir un lugar donde te los
reciban.
Lo anterior, que es la ruta lógica del reciclaje, lo
pongo con claridad quizá excesiva por un motivo simple: puede ser un cacho que
te reciban, por decir algo, tus plásticos. Alguna vez recorrí media ciudad
buscando donde recibieran pilas. Claro, los contenedores de pilas están
ubicados en Chicureo, en Av. Las Condes a la altura del 14 mil, los Trapenses,
etc, es decir, a la concha de la lora. En eso estábamos cuando descubrimos que
la Universidad Central tenía contenedores de papel, vidrio y plástico. Dijimos
“ese es el lugar”. Mi mujer estuvo yendo cada 2 semanas a dejar plásticos allí.
Hasta que un día no la dejaron entrar. Una guardia le cerró la entrada,
mientras gritaba hacia otro guardia que estaba más adentro: “esta es la señora
de los plásticos, ve, si yo le dije, viene a cada rato”. La situación fue
francamente inaudita. Tres contenedores que, evidentemente, estaban casi
vacíos, eran custodiados por unos guardias que impedían el uso para el que
fueron creados. Es probable que se tratara de guardias flojos, coludidos con
una universidad que quiere poner el símbolo del reciclaje, para subir sus bonos
ante el lobby educativo, pero sin que eso signifique llevar a cabo la medida.
“No hay que ser fanáticos”, dirán. Adjunto la foto de los contenedores. De
todas formas, hace algunas semanas dejé de verlos.